miércoles, 22 de julio de 2009

"VINO TINTO"

CAPITULO TRECE
-¡¡¿¿Cómo que se robaron la carne??!! ¿¿Qué me estas diciendo pibe?? – gritaba Mateo al carnicero – ¡como no cerras con candado esta carnicería de mierda! ¡¡¡Vos sos pelotudo… no te contaron que estamos en guerra!!!
Mateo no se podía calmar. El Gobernador estaba levantándose, seguramente, con mucha hambre y el líder del Oeste tenía pensado agasajarlo con un rico asado Mercedino, pero con el robo todo se complicaba. Además después del fiasco del partido de fútbol, El Gobernador no estaba muy conforme con el accionar de Mateo y está era una forma de tranquilizarlo, todos sabían de la debilidad de este hombre por la buena carne y el vino tinto.
Mateo planeó su venganza en cuestión de segundos. Se subió a su 404 y se fue rápidamente por la 9 de Julio hasta la casa de Don Jacinto. Luego de entrar sin golpear se fue hasta el patio, se subió a un caballo que estaba atado a una higuera, se puso al hombro una mochila gastada que le pesaba mucho y arrancó cabalgando apurado para el lado del monte. Se fue haciendo chiquito hasta desaparecer entre los piquillines y el reflejo del sol de mediodía.
En el Este, mientras tanto, los últimos borrachos del asado se tiraban a dormir en cualquier rinconcito. El único despierto y sobrio era Roman quien continuaba buscando a Peralta desde la madrugada cuando despertó definitivamente del desmayo. De Peralta no había rastros.
El Gobernador de a poco fue abriendo los ojos, se había dormido tarde pero ya no podía dormir más, le dolían los huesos y por sobre todo le hacia ruido la panza. Bajó por las escaleras del caserón del intendente, donde había sido invitado a dormir luego del inconveniente del partido, y salió al patio. Al fondo un pibe de unos 14 años intentaba prender un fuego.
- ¿Y Mateo adónde está? – le gritó.
- ya viene, fue hasta la carnicería – contestó otro pibe que venía con más leña.
- siéntese señor Gobernador – lo invitó Laura, la contadora.
El Gobernador sonrió y se sentó en la gran mesa de madera que estaba en el medio del patio.
- blanco o tinto señor – le ofreció Laura
- la verdad que el Mateo si que sabe atender a sus invitados – pensó en vos alta – tinto traeme piba, tinto.
En el momento que se disponía a tomar el primer sorbo del rico vino patero Mercedino una gran explosión le hizo derramar el vaso sobre su camisa blanca.
- ¡¡¡que lo parió!!!- rezongó - ¡justo la camisa que me regaló el presidente! traeme un trapito mojado, queres piba.
Mateo envuelto en furia había volado la bomba de agua que alimentaba de este elemento a todo el pueblo. Después de la última epidemia de cólera en Mercedes estaba prohibido tomar agua de pozo y Mateo pensó que con esto ponía en jaque a los enemigos del Este con una única salida: aceptar las órdenes de la gobernación. Pero no fue así.
Desde ese día cuando la última gota de agua salió de una canilla y hasta el final del conflicto en Mercedes del Este solo se tomaría vino tinto.

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