martes, 16 de junio de 2009

"EL ATAQUE"

CAPITULO DOCE
-¡¡¡Por el este… entremos por el este!!! Decía Rolando sobre un mapa improvisado del pueblo.
-¡¡¡Pero cómo se te ocurre pibe!!! Exclamó exaltado Don Jacinto – Tenemos que entrar por el “canal grande” que cruza el pueblo a lo ancho.
-Tiene razón Don Jacinto. Y con una seña le indicó a uno que estaba ahí que llamara a los muchachos, El momento de que Mercedes sea libre había llegado.
-Che loco despierten vamos a entrar, vamos a entrar…
Todos resacosos uno a uno los revolucionarios se fueron incorporando y tomando sus pertrechos. Algunos besaban la foto de su amada, lo habían visto en alguna película de las que proyectaba el cura en la plaza, otros hacían la señal de la cruz, otros elongaban y otros simplemente puteaban.
Peralta que escucho todo el plan y que se daba cuenta de lo que podía pasar, trataba sin éxito ser escuchado por Rolando y Don Jacinto que ya marchaban frente a las filas de los hombres que cambiarían el destino del pueblo. El único que le prestaba atención y trataba de calmarlo era Román.
– Vamoz señor Peralta, tranquilizeze… no va a pasar nada…
-No seas pelotudo Román como que “no va a Pazar nada” – Peralta movía los brazos sobre su cabeza haciendo burla de la forma de hablar del muchacho- y no me digas mas señor, querés…
-Ez que usted no ezcucho todo…
Peralta ya estaba hasta la coronilla de Román, espero que le cebara un mate, lo término de una chupada y le partió el calabaza en el cabeza a Román.
-Terminala de una vez pelotudo me pones nervioso.- Le gritaba Peralta al cuerpo inmóvil de Román. –La puta que lo pario, no solo me van acusar de traición sino también de asesinato, pendejo de mierda… Tengo que salir, tengo que impedir que estos dos boludos se manden una cagada.-
Manoteo en un intento desesperado la puerta de la habitación en donde lo tenían encerrado y se abrió. Peralta se sintió el mas pelotudo del mundo. Es lo primero que se hace. Román se movía incómodamente.
–Bueno de asesinato zafé.
Se sonrió al verlo al pibe como se agarraba la cabeza, como pidiéndole perdón, como si su sufrimiento fuera un bálsamo para su alma.
Corrió por el galpón hasta alcanzar el portón y vio como se movían unas linternas a lo lejos.
-Me cago en la cruz del culo, no los alcanzo…
Y era cierto, Don Jacinto y Rolando ya estaban en el canal y acercaban sigilosamente a su destino. Al llegar a San Juan y la vía todos se miraron, no había vuelta atrás después de lo que iban hacer. Rolando alzó la mano y la bajó hacia adelante en señal de avanzar. El objetivo estaba al alcance de su mano.
De un salto se metieron a la carnicería.
La única carnicería que quedaba abierta, que traía carne de La Pampa. Empezaron a cargar las mochilas. Asado, vacio, entrañita, chorizo, morcilla, chinchulines, tripa gorda. El mejor de los asados se estaban afanando. Asado que había encargado el choto de Mateo para agasajar a El Gobernador.
Habían prendido la mecha de un polvorín que nadie podría impedir que estallara.

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