domingo, 3 de mayo de 2009

"ROMAN Y PERALTA"

CAPITULO NUEVE
Le había dicho a Román que lo pasara a buscar media hora antes del partido pero al final decidió caminar solo. Necesitaba fumar y pensar. Se vistió con el traje prestado de árbitro que los del Oeste le habían facilitado, agarró el silbato, los puchos y salió a caminar.
Y si me voy pensó Peralta. Me rajo, el pueblo está vacío, hasta los guardias del tren y de las salidas están en la cancha.
Un perro lo acompaña por unos metros.
-vos no tenes idea en la que estoy metido amigo- le dijo al perro – hay un pueblo, en realidad ahora son dos pero eso no lo entenderías, son cosas de humanos y solo nosotros lo entendemos. ¡Ni siquiera nosotros lo entendemos! – gritó.
El perro se alejó por un instante pero luego volvió a acercarse.
- sabes – continuo Peralta – yo crecí en un pueblo chiquito como este y atravesado por una vía también. Cuando tenía 13 años tuve mi primer noviecita y la piba vivía en un barrio que estaba al otro lado de las vías. ¿Mirá si pasaba lo que pasó en Mercedes? Éramos nenes despreocupados y esto no lo íbamos a entender. Porque lo único que quería era cruzar las vías para mirarle de cerca esas mejillas rosadas, suaves, niñas.
Peralta se calló de pronto cuando descubrió que el perro ya no lo seguía. Ya era tarde para que alguien lo escuchara. Finalmente llegó a la esquina que daba a las vías. Estaba en el vagón 15, a nueve de la cancha y se puso a oír al pueblo que gritaba y se puteaba. Pensó en la coima, en la falta de moral de El Gobernador, en el Este, luego en el Oeste, en su lugar en este conflicto y lo decidió.
Volvió sus pasos, comenzó a correr y llegó a la otra esquina. Ahí apoyada a una pared, olvidada por algún distraído estaba la respuesta: una bicicleta.
Peralta lo pensó por última vez:
-este no es mi problema – se dijo.
Subió a la bicicleta, cruzó las vías atravesando los vagones y comenzó a salir por el Este. Iba rápido, lo más que podía, el aire le atravesaba la cara y sentía esa puta felicidad que dura unos instantes cuando de alguna forma un hombre en cualquier parte del mundo y en cualquier acción se siente libre. Pero fue solo un instante. A lo lejos Peralta escuchó el ronco sonido de una Gilera que se acercaba. ¿Quién podría no estar en la cancha a 15 minutos del partido? Peralta continuó su marcha, escondió su cabeza en el cuello de la camiseta negra y comenzó a silbar porque pensó que esto lo haría invisible.
- ¡Cañoon! Cañoon! – escuchó a su lado – ¡ezpere zeñor, adonde va!
Peralta se detuvo y vio los casi dos metros de Román que queriendo frenar la Gilera iba de trompa al suelo. Peralta salto de la bicicleta y lo fue a ayudar. Román estaba todo lleno de tierra pero no perdía su objetivo.
- ¿adónde iba zeñor Peralta? – preguntó mientras se levantaba sacudiéndose la tierra del saco.
- ¿cómo adónde iba? – Peralta necesitaba tiempo para pensar. Si bien Román parecía un buen tipo no lo conocía y no sabía hasta donde confiarle lo que le pasaba.
- ¿si, adónde iba? No ez tan difízil la pregunta zeñor Peralta.
Peralta permaneció unos minutos en silencio, mirando el piso:
-¿vos qué haces acá? – preguntó Peralta.
- ¿cómo que hago señor “Cañon”?
- Si yo no me equivoco ustedes los del Oeste no pueden estar en esta parte del pueblo y viceversa. Mateo me dejo en claro que esa fue unas de las primeras reglas que se autoimpusieron cuando el tren quedó parado. Así que yo te pregunto, y no es tan difícil señor Román, ¿vos que haces acá?
Román se quedo en silencio mirando la moto que todavía estaba en marcha tirada en el suelo.
- ya ze, zeñor Román, lo que le paza a uzted. Ze perdió…ezo ze perdió… a mi me pazo cuando rezién me largue a caminar zolo y uzted ya ze ezta largando a caminar zolo por el pueblo.
Peralta y Román se quedaron mirando un rato, los dos sabían que se mentían pero que no había lugar para más preguntas en nombre del deber debido. Peralta también tenía claro que el ancho de espada lo tenía Román y que lo más conveniente era jugar callado.
-¿vos jugas al truco Román? – le preguntó Peralta.
- no zeñor Peralta - contestó Román mientras levantaba la moto del piso.
Peralta pensó un instante y se fue al mazo.
- Me vas a tener que llevar, deben estar todos impacientes. Ya casi es la hora del partido.

3 comentarios:

Naty dijo...

Qué cobarde! Peralta es un cagón que vuelve porque no le queda otra.

Leon de la Metro dijo...

Roman es el cabo melillan???

Guillermo dijo...

Creo que Peralta no es cobarde. Tuvo un momento de debilidad