lunes, 20 de abril de 2009

“EL REGALITO”

CAPITULO OCHO
Peralta caminaba de un lado al otro del cuarto donde se alojaba, esperando el tan ansiado encuentro que resolvería el problema de la ciudad ahora devenida en dos. El gobernador venía en camino con toda su comitiva para, según sus propias palabras, cagarlo a patadas en el culo por no resolver el problema de una manera diplomática y democráticamente adecuada.
Se acercaba la hora del debut y Peralta no había podido pegar un ojo en toda la noche. No por el miedo a debutar en un partido, no por lo que le gritaran o tiraran en la cancha. Si no por las patadas en el culo que el propio Gobernador venia a propinarle. El sabía que el gobernador cumplía siempre con su palabra, siempre que no tuviera que ver con promesas políticas.
Suena la puerta.
- A la mierda ya llegó- dijo Peralta un poco sobresaltado- ¿quién es?
- Soy yo, Mateo. Se escucho del otro lado.
Peralta abrió la puerta y lo dejo pasar.
- ¿Qué hace acá?- Pregunto el constituyente.
- Vengo a traerle un regalito, un regalito que le puede ayudar a ver la verdadera situación que aquí se da.
- ¿Un regalito? ¿A ver?
Mateo saco un fajo de billetes nuevitos, todos de mil pesos fuertes.
- Esto es para usté...
- ¿Para mí?- Peralta no caía
- Si es para que... como le explico... es para que le podamos ganar a los chotos del Este, a ese equipo de cabecitas.
- Discúlpeme, pero no soy ese tipo de persona. Replicó Peralta.
- Bueno se lo dejo igual, piénselo, piénselo... y se marchó despacito y silbando un tango.
Peralta no lo podía creer, en su puta vida tuvo tanto poder como ahora. ¿Cómo mierda llegó a esta situación? Se asomó por la ventana para tomar un poco de aire, necesitaba eso un poco de aire que lo devolviera a la realidad, que lo sacara de ese momento que no podía manejar. Cuando se asomó casi se ahoga. El Gobernador estaba bajando de su flamante Torino verde y se topaba con Mateo que le salía al cruce.
Vio como charlaban y se daban la mano. El Gobernador alcanzó a verlo y apuró el paso.
La puerta se abrió de golpe y ahí estaba. El propio gobernador con sus dos matones.

- Bueno Peralta me parece que te salvaste de que te cague a patadas en el culo.
- ¡¡¡Eh!!!- Peralta ya no podía con su alma, era mucho para el.
- Me encontré con el hijo de un buen amigo mío y me contó que no querés solucionar las cosas acá. ¿Cómo es eso?
- Mire... Déjeme explicarle...
- ¡¡¡Vos no me explicas nada, carajo, mierda!!!- Se puso colorado como un tomate – Vos me das la plata que dejó el Mateo y cobras a favor del Oeste.
Peralta entregó el sobre con la coima, y pidió un momento para ir al estadio a dirigir el partido. El Gobernador asintió con la cabeza y se fue a ocupar el lugar que Mateo le estaba preparando en el estadio. Un lugar privilegiado. El mismo que supo ocupar el presidente en aquella tarde donde se armó terrible quilombo.

Peralta tenía el culo en las manos. ¿Por qué le tenía que pasar esto a él?
Por un lado no quería engañar a la gente del Este, por otro se sacaba el lazo de encima y se podía volver y lo mejor de todo era que El Gobernador no lo iba a cagar a patadas.
-Bueno. Pensó Peralta, algún día me tenía que hacer cargo de algo. Y se le vino a la cabeza un montón de momentos en donde solo se veían fracasos. Como la vez que rompió la ruedita de la cinta de la maquina de escribir. Peralta era un pelotudo con todas las letras. Pero era una buena persona que ahora se encaminaba a un degolladero, tal y como lo hacían las vacas en los primeros tiempos del poblado. ¿Sería él la vaca del sacrificio? ¿Resolvería los problemas con un partido arreglado?

1 comentario:

Unknown dijo...

Por favor no dejen de avisar como sigue esta novela.....yo creo que se viene otro terrible kilombo¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡