"LA SOLUCIÓN DE PERALTA"

CAPITULO SEIS
Estaba jodida la situación, Peralta no entendía al pueblo. Estaban todos muy enloquecidos, con los ánimos muy calientes. Unos, los del Este, lo demostraban con asambleas, olla popular, tiros y porque no un vinito. Otros, los del Oeste, se quedaban en sus casas mascullando rencores espiando por la ventana. Claro que de vez en cuando salían a las calles de manera ordenada todos tomados de los brazos.
Peralta no podía creer que esto viniera desde tanto tiempo atrás, que las partes del conflicto ya tuvieran una decisión tomada y que era difícil volver atrás.
-¿Como mierda resuelvo esto?- pensaba.
- Con qué cara le digo al gobernador que fracasé. Que fracasé en lo primero que se me encarga. La puta que lo parió no se me ocurre nada.- Peralta daba vueltas, no le quedaban puchos y el tiempo se le terminaba.
Caminando entró en un café, que dicho sea de paso, no servía café porque el camión del reparto estaba parado del lado Este y los manifestantes se repartían el cargamento día a día. Pidió lo que hubiese para tomar y el diario. Ojeando y repasando noticias viejas de la Capital a Peralta de pronto se le iluminó la cara. Llamó al mozo
-Hombre acérquese, acérquese. Dígame una cosa: ¿Acá hay equipo de fútbol no?
- Si.- le respondió inflando el pecho- Acá tenemos al Sporting Pulpery Social Club. Ganador de innumerables torneos barriales y…
- Ta, ta… - interrumpió Peralta, como quien no quiere enterarse mucho más de lo que pregunto -…Y dígame: ¿del otro lado hay equipo también?
- Si hay… bueno no es tan buen club como el de acá, ellos son más… son más…, bueno usté sabe.
Peralta no lo podía creer se le había ocurrido la solución a él solo, pagó y salió corriendo. El mozo pasmado por la situación, recogió la mesa y vio el titular en el diario: “Chacarita campeón del Nacional”
El constituyente en un segundo, de esos que hay que aprovechar, tenía la solución a tan desquiciado problema: Un partido de fútbol. Un partido de fútbol resolvería los problemas.
-El ganador se queda con la intendencia, el perdedor acepta y depone su actitud hostil. Soy un genio- pensaba Peralta.
Reclutó a Román para que lo ayude y sea el portavoz en el lado Oeste y por el lado Este la recomendada fue Natalia, una fanática del futbol, que al igual que Román tenía un problema para comunicarse. Hablaba a los gritos producto de la sordera provocada por la radio portátil de tanto escuchar los partidos.
Con Natalia de un lado y Román del otro se entablo la mesa de diálogo, se pusieron las reglas de juego.
Las pautas fueron claras: 16 jugadores por cada equipo, 11 titulares y 5 suplentes. Se podrían incluir hasta 3 jugadores extranjeros, más el arquero. El árbitro sería designado dos días antes del encuentro y no se daría a conocer hasta el día del mismo.
La elección de la cancha quedaría resuelta en un partido de truco entre los DT: Mateo y Rolando.
La cosa empezaba a tomar color, la única radio del pueblo comenzaba a transmitir la previa de lo que sería el clásico más vibrante de todos los tiempos.
Del lado Oeste no se demoraron mucho para pedir a la Capital un equipo de radio de mayor alcance para poder cubrir el evento deportivo que uniría a un pueblo dividido por viejos rencores.
Natalia se fue con Rolando para confeccionar la lista de buena fe. Lo mismo hicieron Román y Mateo.
El ambiente tenía otro humor la gente se gritaba, si. Pero se gritaban en un tono jocoso de cancha: de alguien que gasta al vecino y se la banca. Ya no se peleaban por el gas, el agua o el teléfono, no. Ahora el actor principal era el fútbol, ese partido decidiría todo.
El Sporting y el Tripa se verían las caras una vez más pero esta vez no por un torneo barrial ni por los torneos Evita del interior. Ahora sería por el honor y la reivindicación.
Peralta sentado en la cama del pequeño hotel ubicado al Oeste del pueblo donde pasaba sus noches recibía un telegrama de la gobernación, solo tenía dos palabras: Inútil. Pelotudo.