lunes, 1 de diciembre de 2008

PERALTA "EL CONSTITUYENTE"

CAPITULO TRES
Mientras Rolando continúo con su discurso sin darle demasiada importancia al extraño Peralta se fue alejando del tumulto, como quien entra al velatorio equivocado y debe irse sin llamar la atención. Se fue caminando lentamente hasta la entrada Este donde lo esperaba el auto que lo trajo. Cinco muchachotes que formaban una especie de guardias del acceso al pueblo solo dejaban entrar a pata a los foráneos.
- ¿Donde vamos jefe?- preguntó el chofer.
- da la vuelta – ordenó Peralta – vamos a entrar por el otro lado.
Mercedes es un pequeño pueblo de poca gente y mucha tierra.
Olvidado como todos los pueblitos que no existen. Y si no existen no molesta que pase con ellos, pueden desaparecer y aparecer que nadie se dará por enterado. Al ser pocos se conocen todos y todos conocen la historia de esos pocos. Nunca mejor ejemplo de ese dicho popular: “pueblo chico, infierno grande”.
La lucha de pobres y ricos siempre encuentra escenario y solo hacen falta dos actores como mínimo: un rico y un pobre. En Mercedes la geografía la definió la historia y esa historia se lleno de rencores. Cuando se abrió un banco en la zona Oeste los del Este protestaron porque todo quedaba al otro lado de la vía. Cuando la sede del club abrió sus puertas en el Este los otros dijeron que esa zona era peligrosa: “esta llena de chorros”, gritaron. Y entonces los distintos jefes comunales fueron pactando, tratando de quedar bien con todos. Así cada nueva institución o negocio (¿no son lo mismo?) fueron a parar uno por cada lado, según el político de turno.
Lo mismo pasó con los gobernantes democráticos, eso jamás cambiaría: fueran de un lado u otro, radical o peronista, zurdo o de derecha, pelado o barbudo terminaban gobernando de la misma forma, lejos de las promesas hechas pero cerquita de los acuerdos prostitutivos. Mercedes pertenecía al matadero y el matadero tenía pocos dueños.
Los milicos venían de afuera acompañados por muchos canas nuevos y entonces nadie decía nada y si a alguien se le escapaba una opinión distinta, estos canitas nuevos lo hacían cambiar de parecer con una miserable persuasión: una 22 en la nuca, fría y silenciosa.
Aun hoy el pueblo sobrevive del matadero que le da laburo a gran parte de la gente, los demás son verduleros, gomeros, concejales o tienen vacas. El matadero queda en el Este, alla lejos dicen algunos. Desde la loma más alta se puede ver, erguida, la gigantesta estatua de la vaca Hereford que decora el galpón y le avisa a sus dueños que todo está en orden, para que duerman tranquilos en sus caserones de la zona Oeste.
La única calle de asfalto tiene un lindo bulevar y es la entrada Oeste. Sigue hasta el otro lado de la vía, ahí ya no hay bulevares pero si varios pozos.
Este pueblo tiene la particularidad de estar entre dos rutas, una a 20 km y otra a 25. Una de cada lado, el pueblo tiene dos entradas y ninguna salida.
Así era Mercedes antes del tren, un pueblo demasiado caprichoso por lo chiquito.
Y parece que así iba a seguir siéndolo.

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