lunes, 3 de mayo de 2010

“ES SOLO UN PASEO”

CAPITULO DIECINUEVE
Y así tenía que ser, Peralta atrapado por él mismo, cansado de vagabundear alrededor de su vida sin sentido, finalmente escaparía del embrollo nuevamente. Escapar silbando bajito, condenado a cargar con una cruz cada vez más pesada: la cruz del flojo. Aunque esto significara terminar con su vida, era la única salida, la del cobarde, la de Peralta, la que su naturaleza ordenaba. Pero no, otra vez el constituyente ñoqui vuelve a sentir la rara sensación que su deber era otro, no era hora de hacer de pelotudo. Para que mierda se iba a pegar un tiro si él era, tal vez, el único héroe en este lio.
-Que mierda me pasa- gritó mientras se sacaba el arma de la boca.
Caminó unos pasos, se sentó en una piedra a fumar un pucho mientras El Gobernador zapateaba dentro del baúl del 1500. Ni le importó.
De pronto lo entendió todo, aquellos años viviendo en el lugar equivocado, sin propósito aparente eran para poder hoy, sentado en una piedra en el culo del mundo, poder tomar la decisión de su vida. Sin presiones, totalmente libre tenía ante sí la posibilidad de elegir el destino del paseo. Porque al fin y al cabo la vida es un paseo; divertido, aburrido, solitario, de la mano, incompresible pero totalmente propio. Cada esquina de nuestra vida nos da unas cuantas opciones y solo hay que decidirse por una para seguir andando. El final lo sabemos, es para todos el mismo.
Peralta es un niño de 10 años que recorre la única plaza del barrio, la conoce, es casi su casa, cada rincón es suyo, juega en la hamaca, piensa en el ruido a cadenas esforzándose.
- Juan – lo llama uno de los pibes – ¿vamos a comer ciruelas a lo del Roque?
Ni contesta, no le interesa, está haciendo tiempo para cosas más importantes. Agarra la bicicleta, pedalea por las calles, sonriente, un poco ansioso y cruza la vía para ir a jugar con la nena del otro lado. Tan simple como elegir como mierda vivir.
Termina el pucho, busca desesperadamente bicicletas mágicas que lo lleven a alguna parte y vuelve de un puñetazo a la vida real.
-¡pelotudo! – grita el gobernador apenas Peralta le quita la cinta de la boca.
-Gobernador, mi querido y chanta Gobernador – le habla serenamente el constituyente –nos vamos de paseo a la Capital.
-si sos un pelotudo Peralta, vos te crees que con este auto vas a llegar a la Capital, ya te deben estar buscando con la fuerza armada, desatame que todavía podemos arreglar.
- no Gobernador se equivoca el auto se queda acá…nos vamos en tren.

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